Al igual que para Adolfo Domínguez, gran diseñador español, “la arruga es bella” - frase inspirada por su gusto por lo natural-, para la mayoría de profesores de idiomas “el error es bello”.
El error, el desliz, el fallo, la imprecisión, en fin, la imperfección no pueden hacer más que darnos la oportunidad de mejorar, de seguir adelante, de aprender.
Algunos estudiantes sufren el hecho de cometer errores; en mi opinión, debería verse como una oportunidad, una información muy valiosa que nos permitirá analizar, fijarnos en esa estructura o palabra “erronea” para aprender de ella… como de la vida misma.
¿Por qué le tememos tanto al error? Quizás se deba a un hecho cultural tal como demuestra Akemi Katayama de la universidad de Texas en Austin (EEUU) en su estudio en el que concluye que, en un contexto de aprendizaje de una lengua extranjera, los estudiantes americanos tienen una actitud más positiva en la corrección de errores que los estudiantes japoneses. El carácter es también un factor importante: las personas más seguras aceptarán mejor la corrección en público que las persona que han crecido con inseguridad y baja autoestima.
Sea por el motivo que sea, está claro que el error es un paso normal e incluso necesario para llegar a una competencia comunicativa en la lengua que se está aprendiendo.
Podemos comparar el aprendizaje de una segunda lengua con el momento en el que empezamos a hablar nuestra lengua materna: cometíamos errores que nos corregían o corregimos nosotros mismos imitando el habla de los adultos (nuestros nativos). Y así llegamos a ser competentes en nuestra/s lengua/s maternas.
El error NUNCA debe frenar el habla. En este sentido, la actitud del profesor es clave.
En mi caso, doy la bienvenida a todos los estudiantes que son capaces de cometer errores ¡trabajemos y aprendamos juntos!. El error…es bello.
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